Comentario a las lecturas de hoy MARTES III SEMANA DE CUARESMA

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Comentario a las lecturas de hoy MARTES III SEMANA DE CUARESMA

Martes, 17 de Marzo 2020 III semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura de la profecía de Daniel 3, 25. 34-43

En aquellos días, Azarías, puesto en pie, oró de esta forma; alzó la voz en medio del fuego y dijo:
«Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo;
por Israel, tu consagrado;
a quienes prometiste multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño
de todos los pueblos;
hoy estamos humillados por toda la tierra
a causa de nuestros pecados.
En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde,
como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados.
Que este sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos, y buscamos tu rostro;
no nos defraudes, Señor;
trátanos según tu piedad,
según tu gran misericordia.
Líbranos con tu poder maravilloso
y da gloria a tu nombre, Señor».

Salmo

Sal 24, 4-5a. 6 y 7cd. 8-9 R/. Recuerda, Señor, tu ternura

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 21-35

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo:
“Págame lo que me debes”.
El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.
Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”.
Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

COMENTARIO A LAS LECTURAS

La lectura del profeta Daniel nos "regala" la oración de Azarías, en el exilio, en medio de la prisión. Ruega a Dios que no rompa la ALIANZA, que no aparte sus misericordia. Que recuerde a aquellos que le precedieron y que fueron modelo de fe y de entrega a la Alianza: Abraham, Isaac. Nos salvan los santos, los testigos. 

Azarías se queja de que están lejos de Jerusalén y no tienen ni profetas, ni jefes, ni holocaustos, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso, ni un lugar donde ofrecer primicias. Nosotros nos encontramos en casa, lejos de poder participar en la Eucaristía, de pasear a nuestro antojo, lejos del templo y de la calle. Ahora el "altar" para muchos es el salón de estar, o la cama del hospital o ese camión que reparte suministros que necesitamos para comer, o ese fumigador de la UME, o....

Le pedimos al Señor que acepte nuestro corazón humilde. Buscamos su rostros, lo mismo que el niño que se ha soltado de la mano de su madre, busca aquellos ojos que le resultan familiares. 

Con el salmista le pedimos al Señor que nos enseñe sus caminos y nos instruya en sus sendas. 

En el Evangelio, Jesús nos regala una de las muchas parábolas de la misericordia. Para Jesús, setenta veces siete es siempre. No hay proporción entre el perdón que Dios nos regala y nuestro perdón a veces tacaño. 

Terminamos con las siguientes peticiones: 

-         Por los enfermos contagiados por el virus, por sus familiares, por quienes están en cuarentena y por otros enfermos que ven afectada su atención por la prioridad de atajar la pandemia.

–         Por los trabajadores de todos los Centros y Servicios Sanitarios y todos los servicios públicos.

–         Por los Equipos de Emergencias, por los de Protección Civil y por las Fuerzas de Seguridad del Estado

–         Por los Equipos de Pastoral de la Salud y por los voluntarios.

–         Por las personas de riesgo: niños, mayores y enfermos crónicos.

–         Por los padres, madres, abuelos y educadores.

–         Por los que están viviendo esta situación de emergencia en soledad.

–         Por quienes carecen de hogar o de lo imprescindible para vivir.

–         Por las diversas autoridades públicas.

–         Por los sacerdotes, los Monasterios de vida contemplativa y la vida consagrada, que con su oración y entrega siguen dando esperanza a todos los ciudadanos.

Y proponemos que, como conclusión del Ángelus, digamos juntos estos días y a esa hora la oración del Papa Francisco:

“Oh María, Tú resplandeces siempre en nuestro camino como signo de salvación y esperanza. Nosotros nos encomendamos a Ti, salud de los enfermos, que ante la Cruz fuiste asociada al dolor de Jesús manteniendo firme tu fe. Tú, Salvación de todos los pueblos, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que proveerás para que, como en Caná de Galilea, pueda regresar la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos. Y ha tomado sobre sí nuestros dolores para llevarnos, a través de la Cruz, al gozo de la Resurrección. Amén.

Bajo tu protección, buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba y líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!¡Qué el Señor os bendiga, os guarde y os conceda la paz!

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